EL GUARDIÁN  

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En una noche terrible
el guardián de mi alma escapó
Se abrió mi pecho y sus alas extendió
Sacudió la cabeza
y en busca de nuevos aires partió
En verdad sofocado
y de compañero encarcelado vivió
Nunca libre se sintió
hasta hoy que voló

Encontró la puerta
en un momento que despierto
leía un libro
descubrí en ese instante
la forma del ser puro
que llevaba dentro: hermoso y salvaje
Su aleteo perenne en el aire
extático me dejó.

EL DIOS DE OJOS  

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Un hombre como todos
en la puerta de su casa un dios de ojos pintó.
Ojos en las manos
en la espalda y en la frente
Las gentes se acercaban a preguntarle
y él no daba respuestas
Las dudas y preguntas crecieron
de pueblo en pueblo
Y muchos fueron los que a su puerta
se acercaron en busca de paz

En busca de un bien perdido
muchos un milagro pidieron.
Corderos y frutos recién cosechados
a la puerta de su casa
el buen hombre un día encontró.
Cogió de buena gana
y con ellos se alimentó.
Otro día sin embargo
cansado y viejo
con un balde de pintura azul
la puerta volvió a pintar.
Borró a su dios.
Al dios de la multitud.
Y nuevamente
solo se quedó.

LOS ÁNGELES  

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Otra noche los ángeles
se sentaron a mi puerta
charlaron de hechos que no sucederán
soñaron tiempos que no vendrán
Melancólicos y tristes
una muchacha de la pradera
los encontró
y se acercó con deseos de consolarlos
Lizbeth se llamaba
y ellos olvidaron preguntarle su nombre
Nunca supieron en que momento cayeron
si acaso en el pozo de su mirada
o en la delicia de su boca
Uno a uno fue olvidando su misión
en la Tierra
Sin alas se quedaron
se encontraron desolados
y en medio de una madrugada fría
mortales se vieron
-ángeles caídos
Nunca más osaron mirar el cielo
y cabizbajos todo un siglo vivieron.

EL PECADO  

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Una noche de luna
Matilde se enfrentó a lo terrible

La luz del astro nocturno
dibujaba extrañas formas en el cortinaje

Todos sus sueños funestos la atacaron
Sollozando veía a sus fantasmas
El rostro de su padre lo enfrentaba
a cada mal paso que había dado

¡Dios mío! ¡qué destino!
arrojado a los designios
de una mano que señala mis pecados

Con los cabellos revueltos
el hábito recogido
y la zozobra en el corazón
anhelaba la llegada del alba